Llega a España el crowdfunding, una fórmula de inversión barataen la financiación de la producción de una película a partir de los 20 euros. El fenómeno se cuece en la Red en la mayoría de los casos
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SARA BRITO - MADRID - 17/07/2009 07:00
No es ni hermano, ni amigo, ni pretendiente. Pero Aitor Grandes ha puesto 1.000 euros en las arcas de una película de ciencia ficción española, que todavía no está en preproducción pero sobre la que tiene ya un 0.22% de los derechos. "Tampoco soy rico", advierte, para no llevar a malentendidos que lo pinten como potentado productor. Pero, Grandes, que trabaja en una empresa de tecnología, figura como el primer inversor de El cosmonauta, un filme que dirigirá el debutante Nicolás Alcalá guionista de Noches Transarmónicas, junto a Velasco Broca y Nacho Vigalondo si desde su productora Riot Cinema logran recaudar los 450.000 euros que necesitan para levantar el filme.
Para hacerlo no pasarán por el vía crucis de productoras y televisiones. Su propuesta pretende poner patas arriba el sistema de producción tradicional o, al menos, sacarle una alternativa. El plan es acudir a cualquiera, al ciudadano de a pie, al usuario de Internet, a todo aquel que quizás nunca pensó en ser productor, pero que ahora, qué diablos, podría serlo por sólo 20 euros e, incluso, desde 2 euros. La fórmula recuerda a lo que llegó a proponer la cantante Lola Flores para saldar su deuda con Hacienda: un español, una peseta y ella libre de toda culpa.
El fenómeno se cuece en la red en la mayoría de los casos
En EEUU y Reino Unido, donde ya ha empezado a dar sus frutos, lo llaman crowdfunding. El término se refiere a una bolsa de producción comunitaria para conseguir el capital suficiente para echar a rodar un filme gracias a las aportaciones de cualquiera. La peli de todos.
Gurús de la participación
El movimiento ya tiene hasta sus propios gurús. Robert Greenwald fundó en 2004 Brave New Films en EEUU, la primera compañía que confió la financiación a su público potencial. El documentalista consiguió los 300.000 dólares que necesitaba para hacer Iraq for sale en nueve días. También hay una web de referencia: Indiegogo, que pone en contacto a cineastas con otros creadores y productores.
Fuera del cine, hay ejemplos de crowdfunding para producir discos
El fenómeno se cuece en la red en la mayoría de los casos. Las redes sociales Twitter, Facebook, Myspace han animado la aparición de comunidades creativas que han entendido que en la unión está la fuerza. Las creaciones participativas se multiplican en forma de guiones hechos colectivamente o películas con contribuciones de los usuarios la Wikipeli, de Corbacho y Cruz, sin ir más lejos. Fuera del cine, hay ejemplos de crowdfunding para producir discos, para recaudar fondos para proyectos sociales y, también, alguno tan delirante como el de una comunidad que recauda fondos para cumplir el deseo de cada uno de sus miembros.
Pero no toda inversión de este tipo se resuelve en la red. Es el caso de The Age of Stupid, un docudrama que pretende advertir sobre el cambio climático y que ha sido el primer largo con producción colaborativa estrenado en Reino Unido. Es obra de una independiente incombustible, Franny Armstrong, que no usó Internet durante los primeros años de producción para así evitar que empresas como Shell, a las que iba a investigar, no estuvieran sobre aviso. "Lo nuestro funcionó por el boca a boca", admite.
Expedición desconocida
Nicolás Alcalá: "No es por el dinero, creemos en esto desde el principio"
De vuelta al barrio de Chueca, en Madrid, el timbre no para de sonar. La oficina de la productora de Riot Cinema está formada por un equipo que no supera los 22 años de edad de media. Carola Rodríguez, Bruno Teixidor y Nicolás Alcalá son los cabecillas de El cosmonauta, una expedición cinematográfica de ciencia ficción en la que ya están embarcados el músico Remate o el compositor de la película de Tarkovski Solaris (1972).
Las raíces rusas del proyecto no pueden estar más claras. Bruno y Nicolás no discuten sobre su filme de referencia: La zona (1979), también de Tarkovsky. De hecho, pretenden trasladarse al Centro Espacial Gagarin a rodar parte de una historia que sigue el rastro de un cosmonauta desaparecido.
Pero antes de que la nave despegue, los de Riot Cinema deberán conseguir el 26% de los 450.000 euros que costará la película mediante la contribución colectiva (el resto vendrá de subvenciones y la búsqueda de patronicios). En dos meses han reunido 6.000 euros brutos mediante dos métodos: la venta de productos en la tienda virtual cosa que no implica derechos sobre la película pero sí el calificativo de productor y la venta de participaciones en la película, que exige una inversión mínima de 1.000 euros (caso de Aitor Grandes). Entre una cosa y otra, los participantes ya son 430.
"Nosotros no tomamos esta opción por no encontrar dinero, creemos en esto desde el principio", admite Nicolás Alcalá. Además, su propuesta es más radical: El cosmonauta tiene licencia Creative Commons, lo que permite que la película sea copiada y manipulada por cualquiera, siempre que nombre la fuente original. Además se estrenará en Internet, gratis y en alta definición. O eso pretenden ahora que todavía no se han sentado a negociar con las televisiones para la venta de derechos de emisión.
Papá Linklater
Llegados a este punto conviene respirar. Seamos cuerdos. Aquello de hacer cine "con una pequeña ayuda de mis amigos", como decían los Beatles, ha sido el pan de cada día para los directores de cine independiente. Y si no recuerden una de las máximas de Richard Linklater, que hizo Slacker (1991) con sólo 23.000 dólares: "Empieza a mendigar a tus amigos y familia cinco años antes de que el proyecto empiece". Tal vez Linklater no le devolvió a sus colegas lo invertido, tal vez los invitó a cervezas cuando su filme llegó a recaudar el millón de dólares. Tal vez hizo todo esto, aunque no hubiera contrato de por medio o nadie le hubiera puesto nombre a la ocurrencia.
Nada nuevo bajo el sol, entonces. Pero ahora la red social 2.0 amplía el fenómeno. La formalización, mediante contratos que garantizan los derechos de los que deciden participar con dinero, asegura el reparto de beneficios."Si palmo el dinero no pasa nada", reconoce Grandes, para quien es suficiente con sentirse parte de una película y salir en una lista de créditos que no bajará de los 10 minutos debido a todos los productores involucrados.
Los de las productoras lo saben: cada uno de esos pequeños productores actuará cual virus promocional. ¿Habrá llegado la hora de ahorrar en campañas leoninas y confiar en que el público ponga pasta para la película que quiere ver? La solución en unos años.
Manual para producir una película
Encontrar un proyecto para invertir
La mayoría se anuncian en Internet. Muchos de ellos permiten la participación desde 20 euros. Si la cantidad asciende a más de 1000 euros es preferible cumplimentarlo por contrato.
Participar en la producción de la película
Cualquier productor está implicado en las decisiones creativas de la película. En estos casis se permiten las visitas al rodaje, entrar en concursos y formar parte del equipo de rodaje.
En el preestreno, en los créditos, con una copia
Todos los involucrados en las acciones de la producción pueden ir al preestreno de su película. En los créditos estarán incluidos los cientos productores. Además, una copia en DVD.
Una vez que se hayan cubiertos los gastos, al menos de salarios, los inversores empezarán a recibir su parte, proporcional a lo que has puesto. No es un regalo, sino una inversión