Nuevas ventanas. Los centros de arte se convierten en la única oportunidad de exhibición para buena parte de un cine español que se vuelve invisible
Álex de la Iglesia debutó el domingo pasado como presidente de la Academia de Cine con una frase que empieza a ser lugar común del cine español: "Si una película no se ve, no existe". En efecto, cada año un 20% de las producciones españolas no llega a las salas. Peces gordos de la industria española, como Pedro Pérez, presidente de la federación de productores Fapae, repiten una cantinela que desde el Ministerio de Cultura empieza a ser bendecida: "En España se produce demasiado, nuestra industria no aguanta las 173 películas que se produjeron el año pasado". De hecho, 46 de ellas están sin estrenar.
Una de las consecuencias que Ignasi Guardans, nuevo director del Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales (ICAA), quiere generar con la nueva y todavía provisional orden ministerial que desarrolla la Ley del Cine de diciembre de 2007, es incentivar que se hagan menos películas, pero más ambiciosas en su producción. Y así revertir la imparable caída de espectadores de cine nacional
El músculo digital
Sin embargo, el espíritu de los tiempos contradice a políticos y productores. No es sólo que ese 5% que las televisiones deben invertir en cine nacional desde 1999 haya llevado a la producción española a niveles inéditos en su historia, sino que la cámara digital ha abaratado los costes de producción.
Weinrichter: "Hay que reforzar un sistema alternativo de exhibición"
Una nueva generación de directores filma bajo la consigna del coge la cámara y graba. Ya lo decía a este periódico el veterano cineasta Basilio Martín Patino que defiende un cine hecho al margen de la industria: "Ahora empieza el cine en libertad. El que no está limitado por un argumento, una economía, o por un Ministerio de Cultura".
Es precisamente en los museos donde está encontrando su lugar buena parte de la producción audiovisual española que no lo halla en unas salas de exhibición cada vez más atomizadas en los centros comerciales. Bajo el nombre de Visto y no visto, el crítico y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Antonio Weinrichter, ha programado en el Museo Reina Sofía de Madrid una veintena de filmes que no se han estrenado comercialmente o que lo han hecho de tal manera que no han superado el millar de espectadores. "Cada vez cierran más cines pequeños, aunque hay más multisalas, donde apenas tiene cabida el cine independiente español y extranjero", apunta el comisario.
Para Weinrichter, desde el Ministerio y la industria del cine la preocupación está centrada en la producción y no en la exhibición. "Hay que encontrar nuevas ventanas, reforzar un sistema alternativo, que incluya las filmotecas, los museos, los festivales o Internet. Hay creatividad, pero el problema es que hay que estar a la altura y exhibirlo", insiste.
"El cine no comercial se mueve por otras redes", dice Portabella
Una opinión que comparte Sergio Candel (Manises, 1972), que se autoproclama "director de cine mísero". En los últimos cinco años ha producido cuatro películas, todas ellas sin más apoyo que el de sus amigos. Ninguna ha recibido un céntimo del ICAA, tampoco de televisión alguna, y sólo una de ellas, Dos miradas, ha sido estrenada en cines comerciales, aunque sólo pagaran por ello 282 personas. Ahora bien, la película estuvo en cuarenta festivales nacionales e internacionales, donde recibió premios desde Nueva York al Cinema Jove de Valencia. "Cada vez más, las distribuidoras apoyan un solo tipo de producto, no apuestan por la variedad, sólo piensan en la taquilla", critica Candel, que estrena en el Reina Sofía Historia de un director idiota. Él podría ser uno de los que reciban ayudas ahora que las subvenciones de amortización tendrán en cuenta también la selección de festivales, aunque todavía está por ver cuáles serán los que criterios que digan si cuenta Cannes pero no el festival de cine y vídeo independiente de Nueva York.
Tal vez por eso de llevar más de cinco décadas produciendo (Viridiana, por ejemplo) y dirigiendo un cine alejado de la convención, Pere Portabella se lo toma con más calma. "Los que hacemos cine no comercial nos movemos por otras redes de distribución", comenta. "Hay que ajustar la producción, no contar con actores conocidos y saber que la recuperación será más lenta".
Hazlo tú mismo
Pocos saben tanto de autoproducción en España como Pablo Llorca, que lleva 20 años financiando, dirigiendo y distribuyendo sus películas sin ayudas públicas, sin apoyo de distribuidoras, sin la implicación de las televisiones. En el Reina Sofía se verán dos de sus películas. Una de ellas, Jardines colgantes fue una de las mejores cintas para The New York Times en 1989, pero en España no llegó a una sala comercial.
Para Candel "las distribuidoras sólo piensan en la taquilla"
Llorca ha sobrevivido a fuerza de contención, y "de mucho, mucho trabajo". A cambio, tiene la libertad de no rendir cuentas, aunque el fantasma de la falta de público no haya dejado de rondarle. Se está haciendo más fuerte un circuito alternativo de festivales y museos que hacen que este otro cine se vea", mantiene.
Pero el museo no es para todos. Pilar Ruiz, directora de Los nombre de Alicia filme que pasó sin pena ni gloria por los cines en 2004, reconoce que su sitio no está en los centros de arte. "Me gusta estar incluida en este programa, pero mi cine es narrativo y aspira a estar en salas. Yo tenía premios en Málaga y Miami y mi distribuidora no me apoyó en la promoción".
Para Portabella, sin embargo, el asunto va por el cambio de lenguajes. "No van a desaparecer las salas, pero se reducirá a un tipo de público, y habrá un cine que sólo se vea en museos y en Internet". El espectador elegirá "dónde ir", dice, y como advierte, la directora de audiovisuales del Reina Sofía, Bertha Sichel, "la puerta del museo está ya de par en par".
Mirar en otra parte por Antonio Weinrichter
Visto y no visto es una propuesta de cine en el museo. Ojo, no es ese cine “de museo” que practican directores como Erice o Patino en España. Pero la razón de fondo es un poco la misma: la crisis de la institución cinematográfica expulsa a los márgenes de la industria a todo lo que no tenga talla de evento.
Sin embargo, la vitalidad creativa de nuestro audiovisual, multiplicada exponencialmente por la nueva tecnología digital, desmiente dicha idea de crisis. Lo que ocurre es que hay mirar en otra parte: hoy existen mil pantallas (por utilizar la expresión de José Luis Brea) que han engullido al gran cine tal y como lo conocíamos.
Y es a esas pantallas a las que hay que asomarse. Por de pronto, hay que reconocer y fomentar la gradual emergencia de un circuito alternativo de exhibición, formado por festivales, museos, galerías y salas institucionales, y que conviene despojar del aura un poco vetusta del antiguo cineclubismo. Es esta red no comercial la que acoge películas cuyo paso por la exhibición comercial ha sido algo visto y no visto.
Por ejemplo, el cine que llena los grandes festivales internacionales pero que luego nos llega tan poco como en la época de la censura. Pero también –y ese es el contenido de este programa– ese cine español al que deberíamos tener acceso en condiciones normales. He aquí una decena de películas y una docena de cortometrajes de directores españoles que no han podido encontrarse con su audiencia, por escasa que pudiera presumirse esta.
Por eso, si para saber por dónde va el cine ya no basta con ir a las salas comerciales –que ahora sólo son una pantalla entre mil–, para completar el puzzle del cine, o poscine, español reciente habrá que ir al museo.