http://www.elpais.com/XAVI SANCHO 17/04/2009
En la era del ADSL, la venta de discos ya no es necesariamente proporcional a la popularidad de un artista. Wilco, que nos visita en junio, arrasan, por ejemplo, entre el público indie español. Pero no es la única sorpresa en un mundo globalizado.
“¿Dónde habíais estado?”. Así terminaba Jeff Tweedy uno de los primeros conciertos de Wilco en España. El músico no daba crédito a lo que acababa de presenciar. Dos mil personas procedentes de un país en el que jamás pensó que su banda podría siquiera inspirar descargas ilegales le vitoreaban como a un dios renacido. Cinco años y un disco regulero después, los de Chicago son una banda clave para entender qué le gusta al público español más o menos independiente.
Las giras de Micah P. Hinson o Death Cab For Cutie por España son tan geográficamente exhaustivas como habituales —bueno, desde que los Cutie salieron en The O. C. y vendieron millones de discos, ya no lo son tanto—. Franz Ferdinand han tocado aquí cuatro veces en cinco meses. Los estadounidenses Marah celebran sus navidades con un concierto en Barcelona (tienen un disco en directo grabado en Mataró). Redd Kross reaparecen, tras años de silencio, con un directo grabado en Madrid. Los ingleses The Wave Pictures tocan en mayores salas aquí que en su tierra, y la prensa les ama (la de allá les ignora). Black Crowes son el reclamo de un evento que parece haber cambiado de fechas sólo para contar con ellos, mientras en el Reino Unido, donde sí entienden sus letras, son meros teloneros de Stereophonics.
“Lo lógico es que las bandas anglosajonas sean más populares en su país natal, ya sea por sustrato cultural, por idioma o por estrategia de la compañía. Pero a veces, en casos extraños y poco explicables, sucede lo contrario. Lo que yo he visto con Placebo en España no lo vi jamás en el Reino Unido, por ejemplo. Llevamos grupos que tenemos como secundarios que son constantemente reclamados en otros territorios”, comenta Dean James, antiguo manager del emporio británico de la música en directo Mean Fiddler y actual capo de Mama Group, corporación que controla, entre otras, la franquicia Barfly. Abel Suárez, de Primavera Sound, cree que la democratización del ADSL, con sus blogs y sus myspaces, ha desbancado en cierto modo a la promoción que hace el sello del artista o las loas que le dedique la prensa especializada. Esto ha llevado a cierta globalización del gusto y del éxito, aunque, claro, siempre queda un rincón para los felices accidentes. “Debido a que nosotros o no entendemos o no valoramos de igual manera las letras de los grupos de fuera, hay anglosajones que alucinan con que nos gusten según qué grupos, porque a ellos sus letras no les dicen nada”, comenta.
“Un ejemplo es el de los estadounidenses The Extraordinaires, absolutamente desconocidos en su país y hasta hace poco aquí”, comenta Suárez. “Nos gustan mucho y decidimos traerlos al pasado Primavera Club. Era su primera vez en Europa. Intentaron hacer más bolos en otros países y no consiguieron casi nada. Además, el año pasado montamos un showcase de bandas catalanas en el festival SXSW de Austin y los llamamos para que ejercieran de banda americana invitada. Los tipos alucinaban porque era la primera vez que les pedían tocar en el festival y había sido gracias a unos barceloneses”. La misma sorpresa se debió llevar Morrissey al ver que había tortas por contratarle en España, un país en el que no vendía ni media docena de discos. “Exceptuando a gente como U2 o Springsteen, el único grupo que conozco que llena salas del mismo tamaño por todo el mundo es Belle and Sebastian, un ejemplo extraño hasta ahora, pero creo que vamos hacia eso. Antes sabías por las ventas a qué lugar y salas podías llevar a una banda. Ahora no. Los grupos venden más entradas que discos y el volumen de gente que accede a la nueva música es mayor que antes, por lo que el pastel se reparte de manera más equitativa. Menos mal que nos queda Japón”, sentencia James. n
EE UU
La reina del cabaret punk angelino Amanda Palmer narra en Oasis cómo una niña que se ha quedado embarazada tras ser violada es feliz porque Oasis le ha mandado una foto autografiada y verá a Blur en octubre. El tema, aparte de una reflexión salvaje sobre la adolescencia, refleja el estado mental britpopero que aún impregna West Hollywood, lugar donde hay quien recuerda a los Bluetones.
MÉXICO
Muchos explican el espectacular éxito de Morrissey allí por lo sentimental de la idiosincrasia de un país de cruce. En pocos lugares, y a pesar de lo complicado que se lo pone la genética, se imita tanto su look. Lo emo también arrasa entre su parroquia y cuando uno piensa en la letra de Last night I dreamt that somebody love me empieza a entenderlo todo, a ponerse a llorar y a odiar a sus padres.
VENEZUELA
La dulce Russian Red agotó en 30 minutos las entradas para su presentación en el país en el que Alejandro Sanz no pudo actuar. Vestida por el diseñador local Isaac López, confirmó que lo suyo allí es algo serio. Pop de aires folk cantado en inglés desde Madrid. ¿Cómo no se le ocurrió antes a un promotor venezolano que eso era lo que estaba esperando su país?
ARGENTINA
El rock allí es algo muy serio y la pasión que genera no tiene igual. Pink Floyd aún logran portadas, los Stones llenan cinco estadios y Axl Rose concede su única entrevista en siglos a una radio bonaerense. Hasta Iron Maiden (en la foto) llenó en un mismo año el estadio de Ferro y el de Vélez. Los cínicos dicen que esto pasa porque los argentinos siempre van al campo de fútbol, haya o no partido.
ESPAÑA
Es difícil no hacerse el esnob al hablar de Wilco y España: sus mejores discos se grabaron antes de que pisaran el país. Hoy, la banda de Chicago que lidera Jeff Tweedy actúa aquí cada dos por tres, es cabeza de cartel en festivales y mantiene una parroquia fiel y entregada tras editar tanto su álbum más avantgarde como el más conservador. A medio paso de radioheadizarse. Cuidado, Jeff.
JAPÓN
Richey Edwards, desaparecido guitarrista de los Manic Street Preachers, fue un icono ético y estético allí. Al esfumarse, Occidente pensó que quizá no fueran tan malos. Pero Japón perdió el interés. Amantes del rock de fuegos artificiales, siempre prefirieron a los del inicio, aquellos de los que se mofaba media industria. Menswear y Dodgy también arrasaron allí, pero culpar de ello a Richey sería injusto.
MONGOLIA
La MTV insiste con Spice Girls o Mariah Carey, tratando de abrir los gustos musicales del país al dólar occidental. Pero nada, no hay manera. T Ariunaa, “la Madonna mongola”, sigue copando las listas de una nación enamorada del pop palomitero y boy bands como Camerton, pero que hace oídos sordos a lo foráneo para concentrarse en fabricar réplicas locales. La escena está viva en Mongolia.
IRLANDA
Cuando le preguntamos a Josh Ritter por qué triunfaba allí más exageradamente que en ningún otro país, el músico estadounidense, que ofrece un perfecto cruce entre el cantautor que huele a establo y la ligereza pop de Paul McCartney, respondió: “La única explicación que se me ocurre tiene que ver con las patatas. Irlanda es un país patatero y yo provengo de Idaho, el Estado de la patata”.
FRANCIA
La república ha recuperado relevancia cool gracias a Kitsuné o al tektonic, pero sus gustos siguen difícilmente descodificables. Que Ben Harper, que es al rock contemporáneo lo que el módem de 56 k a la conexión de Internet, sea aún un héroe en el país del gratin dauphinois se antoja casi tan raro como el éxito, también allí, de los españoles Sunday Drivers (conocidos como los Wilco de Toledo).
AUSTRALIA
Sorprende la relación de Ben Folds con la ciudad australiana de Adelaida, a donde se mudó y a la que dedica canciones. Lo curioso es que Adelaida es como el Lepe australiano. Pero al estadounidense esto, como casi todo, le importa un pito: “Cuando el resto de australianos se ríen de que viva en Adelaida, les respondo que Australia es la Adelaida del mundo occidental. Y se callan de golpe”.