El País.es/ ABEL GRAU 03/03/2009
Con toda seguridad, ningún crítico cultural pondría objeción alguna al siguiente menú: para leer, Vida y destino, de Vasili Grossman; para ver en la televisión, The Wire; en el cine, Wall-E (Andrew Stanton); para escuchar, Kind of blue, de Miles Davis; y para una tarde de museo, Velázquez. Podrían ser las preferencias de un intelectual elitista, pero ya son también las de un público cada vez más masivo. Y más selecto. Libros, teleseries y películas de calidad se convierten en superventas gracias a esos ciudadanos que cada vez leen más y frecuentan bibliotecas y museos. ¿Somos cada vez más cultos?
En España el lector habitual ha pasado del 36% al 41% en la última década
"El sibarita ya no va al cine. Se queda en casa con sus DVD", afirma Casciari
Muchos expertos recelan de la cultura mayoritaria: "Son casos aislados"
La opinión de los críticos ae lo que quiere
Román Gubern: "Hay más discos de Richard Wagner que de Madonna"
Ya no está mal visto mezclar obras sesudas con malas comedias de la 'tele'
Los títulos no están elegidos al azar. Son obras que han concitado elogios unánimes de la crítica y que se han convertido en éxitos de público. La novela Vida y destino, sobre los entresijos del totalitarismo soviético, ha vendido más de 160.000 ejemplares desde septiembre de 2007. Los DVD de la primera temporada de The Wire, convertida en obra de culto, se agotaron en Navidad.
Libreros y psicólogos sociales coinciden en que el nivel cultural medio aumenta y, aunque los críticos se muestran escépticos, existen indicios de una tendencia minoritaria pero creciente: la elevación del gusto cultural popular. "El lector es más selecto; en las listas hay los best seller de siempre, pero se cuelan clásicos", dice Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).
El medidor fundamental del nivel cultural es la lectura, "la llave del conocimiento en la sociedad de la información", según escribe el experto en cultura digital José Antonio Millán en La lectura y la sociedad del conocimiento. "La colosal acumulación de datos que ha constituido la sociedad digital no será nada sin los hombres que los recorran, integren y asimilen. Y esto no será posible sin habilidades avanzadas de lectura".
Afortunadamente, los índices constatan que en España se lee cada vez más: el porcentaje de quienes lo hacen frecuentemente (casi todos los días o una o dos veces por semana) ha pasado del 36% en 2000 al 41% en 2007. Se consulta más Internet y se lee más prensa. "Se está produciendo un importante crecimiento en el número de lectores de diarios electrónicos en los últimos años", resume Millán en Los modos de la lectura digital. "De hecho, en apenas seis años la cifra de lectores de prensa en la Red se ha incrementado en más de tres millones". Precaución: "El nivel de lectura frecuente es todavía bajo en comparación con la media europea, y sobre todo de los países nórdicos, que está en torno al 70%", admite Ávila. "Pero hay que tener en cuenta que los países del centro y norte de Europa lograron la alfabetización total de la población hasta los 16 años en 1955 y, España, hace cuatro años".
El retrato robot del lector medio es el de una mujer de unos treinta años, con estudios superiores y residente en una zona urbana. El grado de lectura es bueno entre los más jóvenes, pero desciende a medida que avanza la edad.
Las cifras de las bibliotecas públicas también invitan al optimismo. Los datos muestran un despegue, según el informe Las bibliotecas públicas en España. Dinámicas 2001-2005, del Ministerio de Cultura: los inscritos aumentaron un 53%. Se ha pasado de 1,49 visitas por habitante a 1,98; de 31,7 millones de préstamos a 49,4 millones. Cifras considerables, aunque lejos de la media de la UE (4,9 visitas). Y más podrían ser, apostilla Ávila, si se contase con una red bibliotecaria mayor. "Hacen falta bibliotecas como las de las películas de cine negro de los años cuarenta, a las que acuden los investigadores en plena noche y encuentran todo lo que buscan".
Un aumento similar, si bien menos pronunciado, se ha dado en la asistencia a los museos, los conciertos (de música clásica y actual), el teatro y la danza, que han ganado espectadores y recaudación, según la última encuesta de Hábitos y prácticas culturales del ministerio. El Museo del Prado, la mayor pinacoteca de España, ha pasado de los 2.318.525 visitantes de 2003 a los 2.759.029 de 2008. También tiene una buena acogida la ópera, que quizá sea el último arte que conserva su aura de distinción. "Es un compendio de los lenguajes artísticos; une la música, el teatro, la danza, las artes plásticas", opina Joan Francesc Marco, director general del Gran Teatro del Liceo, de Barcelona. "Gozar de ella requiere un esfuerzo, como leer el Ulises, de Joyce". El coliseo barcelonés, añade, mantiene la ocupación, que ha oscilado "entre el 88,5% de la temporada 2003-04 y el 91% de la 2007-08".
"Como promedio, entre hoy y hace treinta años, el incremento cultural es evidente", opina Francisco Chacón, profesor titular de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. "Antes había un desnivel notable entre unos pocos muy preparados y una mayoría que no alcanzaba la excelencia en el conocimiento", añade. "Esa distancia se ha acortado y el nivel cultural se ha democratizado".
Basta echar un vistazo a las listas de libros más vendidos. Ya no se trata de los previsibles best-sellers de cada temporada. Las dos primeras posiciones las ocupan desde hace semanas los dos capítulos iniciales de la trilogía Millennium, del fallecido reportero sueco Stieg Larsson, que ha sido recibida con un aplauso casi unánime de la crítica. Han despachado más de 830.000 ejemplares desde la primavera pasada. Hay más casos. Entre ellos, Gomorra, del periodista italiano Roberto Saviano, que se adentra en la organización criminal de la Camorra, y que ha colocado cerca de 300.000 ejemplares. Lo mismo ha sucedido recientemente con El mundo clásico, un voluminoso ensayo sobre la antigüedad grecolatina del erudito británico Robin Lane Fox que acumula 40.000 ventas desde 2007, o con Los ensayos de Michel de Montaigne, obra cumbre de la literatura universal, auténtico superventas.
Las teleseries también se compran con tino. Entre las diez más vendidas en la Fnac en 2008 se colocan Perdidos, Roma, The Office y Los Soprano, un póquer ganador a juicio de la crítica. "La tendencia la está dando hoy el tamaño de las pantallas de casa", apunta el crítico de televisión Hernán Casciari. "Los adultos preferimos quedarnos en el sofá y ver cosas buenas, y vamos al cine sólo a llevar a nuestros hijos a que coman palomitas". Su dictamen es claro. "Se da mejor comida en la tele. Un sibarita, hoy, se queda en casa con sus DVD".
Los críticos, aún así, matizan cualquier triunfalismo. "Es un fenómeno repetido en casi todas las épocas. También fueron éxitos Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, o, por citar un caso reciente, el libro de cuentos de Alberto Méndez Los girasoles ciegos, quizá el primer libro de cuentos español que se ha convertido en best seller", recuerda Fernando Valls, profesor de Literatura española contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. "No considero que lo que se entiende por alta cultura esté calando en el público masivo, ya me gustaría". Coincide con él Millán: "En cuanto a la literatura, creo que se trata de casos aislados".
El público va por libre, insiste Ávila desde la federación de editores. "La gente escoge sus lecturas por recomendación y la crítica no es relevante. Sucede que primero el libro se convierte en un éxito y luego los críticos hablan de él, como sucedió con Soldados de Salamina, de Javier Cercas, o con la propia Vida y destino, de Grossman".
Igual ocurre en el cine, donde la mayoría ha ocupado el sillón del crítico. "En los últimos años la popularidad de una película se ha convertido en un indicador decente, no sólo de su valor como entretenimiento, sino también de calidad", escribe Richard Corliss en la revista Time. Los taquillazos han conseguido la difícil conjunción de calidad y popularidad. "Las cintas indie se han estancado y se han vuelto flácidas. Las superproducciones son más inteligentes, al mezclar destreza narrativa y los mejores efectos visuales. Para decirlo claro, los cines de acción se han unido al arte. Cuanto mayor, mejor". Y cita el caso de Wall-E, la fábula de amor robótico de la factoría Pixar, acaparadora de numerosos premios, que ha recaudado más de 500 millones de euros en todo el mundo, y ha sido el segundo DVD de cine más vendido en la cadena Fnac las pasadas navidades; El caballero oscuro, de Christopher Nolan, líder de recaudación en el mundo (y que, guste o no, acumuló reseñas entusiastas de los principales críticos estadounidenses), e Iron Man, de Jon Favreau, una cinta "más inteligente de lo que era necesario", según Time.
Todo es cuestión de gustos. Según Román Gubern, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, "Hay que contar con la extensión de la educación de masas en los países desarrollados, que capta cada vez más adeptos para las obras elitistas: novelas, música, etcétera. Al fin y al cabo se han editado en el mundo más grabaciones de Richard Wagner que de Madonna. Muchas veces lo olvidamos".
El debate sobre la mejora o empeoramiento del nivel cultural de la sociedad fue la cuestión central de una serie de reportajes elaborados hace una década por el diario británico The Guardian. El resultado fue positivo. "Lejos de la decadencia, somos más listos que nuestros abuelos y bisabuelos. Millones de mujeres están mucho mejor educadas que lo que las generaciones anteriores podrían haber soñado, y sus habilidades mentales están mucho más desarrolladas gracias a su incorporación al mercado de trabajo", sostenía la periodista Madeleine Bunting en 2000. "Conocemos un abanico de información mucho más amplio que nuestros predecesores: mucha más gente está familiarizada, aunque sea de una manera básica, con miles de materias".
¿Más listos que nuestros abuelos? Hay que matizar el concepto de inteligencia, apunta el psicólogo social Chacón. "Inteligencia es la capacidad de adaptación al medio, que requiere habilidades que varían a cada momento". Así, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) requieren destrezas diferentes. "Nuestros jóvenes no son tan incultos en sentido absoluto, pero valoran menos la memoria, por ejemplo, y aprecian más las TIC; pero es que quizá eso suponga una mejor adaptación, porque puede que luego sea eso lo que les pidan en el trabajo".
Sucede, en fin, que hay una oferta cultural mayor que nunca. Y el consumidor es intelectualmente maduro para saber qué elegir, ha escrito el crítico Euan Ferguson. "Hoy podemos leer los libros más difíciles y complicados y luego ir a algo ligero para relajarnos. Podemos grabar un documental de dos horas sobre Bosnia y un capítulo de una mala comedia. Y ya no es nada vergonzoso, podemos tenerlo todo".