Los artistas contemporáneos reclaman cada vez con más fuerza un lugar en los grandes museos históricos: hemos visto a Bill Viola en la National Gallery de Londres, a Jan Fabre en el Louvre, y en otoño Jeff Koons «customizará» los salones de Versalles con sus excéntricas creaciones. Hay quienes ya han alzado su voz contra lo que creen un abuso. Así, Nicholas Penny, director de la National Gallery londinense, cree que es una tentación para los contemporáneos reconocer influencias de maestros antiguos, mientras que a éstos no les preguntan si ellos reconocen en los contemporáneos discípulos.
Miguel Zugaza ya lleva un tiempo coqueteando con el arte contemporáneo en el Prado: invitó a doce mujeres a reflexionar sobre la colección del museo, organizó una muestra de Thomas Struth en los nuevos espacios de Moneo y hasta le hizo un hueco a sus instantáneas en las salas de los grandes maestros, y ahora abre el museo al lirismo abstracto de Cy Twombly: «No es que el museo vaya a tener un programa de arte contemporáneo, pero sí debe seguir manteniendo abierta la puerta con la actualidad, lo que nos ayuda a revisar a los antiguos maestros. No hay que forzar las cosas. En este caso hay un discreto diálogo de una serie de Cy Twombly con una obra de Velázquez».
Desde el próximo día 26, y con el patrocinio de Acciona, podrá admirarse en la sala C de la ampliación (situada en la primera planta) la serie «Lepanto», completa, de este pintor norteamericano que acaba de cumplir 80 años, alérgico a la prensa -comprobamos ayer «in situ» que huye despavorido cuando ve a un periodista- y que desde 1957 reside en Italia. «Lepanto» fue un encargo del desaparecido Harald Szeemann para la Bienal de Venecia de 2001. «Una melancólica despedida de la modernidad en el umbral entre dos siglos. El canto del cisne de una gran tradición». Así define esta serie Miguel Zugaza. Se trata de un gran ciclo narrativo en el que recrea, en doce paneles (cera sobre lienzo), la mítica batalla naval que enfrentó en 1571 a los turcos otomanos con la Liga Santa. Doce maravillosos lienzos, propiedad del coleccionista alemán Udo Brandhorst, que se exhibirán de forma permanente en el museo que éste abrirá en Múnich.
Obsesión por los barcos
Twombly (Lexington, Virginia, 1928) aceptó que estas obras sólo viajaran al Prado. Se habían colgado de forma cronológica en la sala, pero no debió convencer al artista, pues llegó, vio... y cambió el orden de las obras. Para acompañar los doce paneles, Twombly escogió una única obra de la colección del Prado: «El Bufón, llamado don Juan de Austria», de Velázquez, que cuelga solo en una pared. Este personaje fue el comandante de la flota aliada que venció en Lepanto. En la escena del fondo se ven, a través de una ventana, unas naves ardiendo en la batalla. Algo que fascinó a Twombly.
La idea de exponer esta serie en el Prado partió del propio artista, tras ver en el museo una retrospectiva de Tiziano, uno de los pintores, junto a Tintoretto, Veronés o Cambiaso, que han abordado en sus lienzos esta batalla. Precisamente, dos cuadros que hizo Luca Cambiaso para Felipe II, hoy en El Escorial, son los que animaron a Twombly a pintar esta gran narración histórica, marcada por una explosión de color: naranjas, púrpuras, dorados, azules... evocan el fuego, la sangre derramada en la batalla, el mar. Grandes churretones de pintura se deslizan por los lienzos. «En ninguno aparece la figura humana; le interesan los barcos, que pinta de manera obsesiva», comenta Carmen Giménez, quien ha coordinado el proyecto y que sitúa a Twombly como «el último gran pintor». Lo ve más emocional que los expresionistas abstractos norteamericanos.
El género de los cuadros de batallas y escenas históricas está muy bien representado en el Prado. En una sala contigua a la exposición, Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Prado, sitúa la pintura de Twombly en el contexto de esta tradición pictórica: se exhibe por primera vez desde su compra en 2004 la estampa «El sitio de Breda», de Jacques Callot (Velázquez se basó en ella para «La rendición de Breda»), y dos pinturas de Snayers que han sido limpiadas y restauradas. Para Vergara, la pintura de Twombly, «con esa gran dosis de energía pictórica que transforma en energía bélica, nos hace ver los cuadros del Prado con ojos nuevos. En esta serie hay una grandeza deslumbrante que tiene algo de glorificación». Y es que su pintura, habitualmente silenciosa, se torna aquí agresiva, pasional: «Twombly demuestra una fe en la pintura que nos devuelve a los orígenes».
Amante de la Historia, la mitología y el Mediterráneo, heredero de Pollock, amigo de Rauschenberg y formado en el mítico Black Mountain College, Cy Twombly es uno de los grandes artistas vivos. Estos días se ha inaugurado en la Tate Modern una gran retrospectiva, comisariada por Nicholas Serota, que llegará en octubre al Guggenheim de Bilbao de la mano de Carmen Giménez.