sábado, 21 de junio de 2008

ENTREVISTA: JIRI KILIAN Coreógrafo

"La danza tendrá un futuro brillante"

El País, ROGER SALAS - Venecia - 21/06/2008

Salió de Praga cuando entraban los tanques soviéticos. Hoy sus coreografías figuran en el repertorio de las mejores compañías del mundo. Esta semana ha recibido el León de Oro de la Bienal de Venecia por toda su carrera.

Reposado, respondiendo con lentitud eslava pero de modo muy conciso, Jiri Kilian (Praga, 1947) reflexiona sobre el arte de la danza y el futuro del ballet. Ha generado todo un estilo y una manera de ver el ballet contemporáneo desde el Nederlands Dans Theater (NDT) de La Haya, que dirigió durante más de 25 años y donde fundó las compañías paralelas NDT2 para los más jóvenes y NDT3 para los mayores de 45 años.

"Me gusta mezclar cine y literatura, pero el baile no debe ser sacrificado"

"La danza es la experiencia de la continuidad, con eso basta"

Pregunta. ¿Cuánto tiempo debe permanecer un director-coreógrafo al frente de una compañía de ballet contemporáneo?

Respuesta. El periodo de permanencia de un director debe ser largo, tanto para transmitir como para recibir de los bailarines. Cuando no hay ese intercambio, hay que separarse.

P. Su pieza sobre Mondrian fue de gran impacto, aunque no fue muy bien acogida por el público ni por la crítica. Era una obra oscura, como una ruptura en su estilo. ¿Hacia dónde le llevó después ese experimento?

R. Era imposible hacer un ballet en literalidad sobre Mondrian; él pintaba líneas rectas en cinco colores básicos. Finalmente hice un ballet en blanco y negro, y fue como un laboratorio: muchas partes fueron usadas después en otros ballets.

P. ¿Qué le ha llevado a realizar filmes con el NDT3? ¿Sustituye el cine a la pasión del acto coreográfico?

R. De los 20 años a los 30 o 40 no hay muchos cambios visibles en el cuerpo. Pero después sí se cambia bruscamente. A los 50 o 60 empieza la decadencia del físico. Me gusta mezclar el filme con la coreografía en vivo. El filme tiene algo de muerto, y el bailarín, de vivo. Pero después, cuando el bailarín muere, el filme cobra vida, permanece. Aunque en el cine se puede llegar a los planos cortos, algo que en escena es, obviamente, imposible.

P. Dentro del universo tecnológico global y virtual del siglo XXI, ¿hay futuro para el ballet, ya sea abstracto o narrativo?

R. La danza tendrá un futuro brillante. Siendo de las artes más antiguas, es a la vez de las más jóvenes. De hecho, los testimonios son recientes; no pasa lo mismo con la literatura, la música, la arquitectura, el arte pictórico. La danza es un arte no explorado, es la bisagra. Y hablando de bisagras: en nuestro cuerpo hay 265 bisagras o conexiones que permiten infinitas combinaciones creativas. Y tenga en cuenta que usamos sólo el 10% de nuestro cerebro, los que lo usan... El cerebro es un miniuniverso.

P. Ahora es usted más lento en la producción de obras nuevas que cuando dirigía al mismo tiempo tres compañías , lo que le obligaba a una frenética compaginación.

R. Es que ya no soy un adolescente. No puedo mostrar a los bailarines con mi propio cuerpo los movimientos como antes, mientras que ellos están ahora más preparados, son más inteligentes y abiertos, están más cultivados en todos los sentidos, y tienen además una gran preparación corporal. Sin embargo, mi mujer dice que debo madurar, que sigo siendo un adolescente.

P. Así pues, considera la coreografía de madurez como un acto de creación más cerebral, menos físico...

R. A esta edad, la inspiración viene más de la racionalidad; antes era más emocional. Es muy importante para mí hablar con los bailarines, saber qué piensan de la coreografía, de lo que están haciendo. Hoy hay menos protagonismo por mi parte.

P. ¿Qué aprendió de John Cranko, con quien trabajó en el Ballet de la Ópera de Stuttgart?

R. El sentido del pas de deux, sin duda.

P. ¿Como entidad estética?

R. Como lo que en realidad es: un diálogo de exposición, una forma que resurge en el moderno y en el contemporáneo por el virtuosismo de que son capaces los bailarines.

P. En su caso, la exigencia y rigor técnico a los bailarines se mantiene, no ha bajado, pero otros coreógrafos de éxito se han vuelto más espectaculares, están más contaminados de efectos especiales, texto, objetos. ¿Interviene en su actitud su pasado, de estricto académico?

R. A mí me gusta mezclar artes plásticas, literatura, cine, pero el arte de la danza no debe ser sacrificado en escena, quedar en un papel menor.

P. ¿Entiende el acto coreográfico como algo trágico? Su ballet sobre el Requiem de Benjamin Britten así lo sugería.

R. Sí, siempre. Todo trata del amor o de la muerte. Aunque la coreografía no tenga algo dramático, se llega al drama. Hay personas que creen que empiezan a morir cuando nacen. Ésa es la realidad, no se trata de un pesimismo banal.

P. ¿Escribe sobre sus coreografías? Con lo vivido y acumulado tiene material para una jugosa autobiografía..., algo que dejar.

R. Una vez en Australia, pregunté a un anciano aborigen: "¿Por qué baila usted?" y me respondió: "Porque mi padre me enseñó y yo debo enseñar a mi hijo". Es la experiencia de la continuidad, con eso basta. Y claro, escribo mucho. Me apasiona hacerlo sobre mis propias obras pasadas. Con la distancia, hay muchas cosas que ver en el trabajo hecho, pero nunca, nunca escribiré mis memorias o una autobiografía; ya hay demasiadas.

Artista checo, hombre triste

En 1968, a sus 19 años, Kilian huyó de Praga en el último tren que salía de la ciudad mientras por la otra punta entraban los tanques soviéticos. Hoy sus coreografías están por fin en el repertorio del Ballet Nacional de Praga. Para el coreógrafo, el que sus creaciones se puedan ver por fin libremente en la República Checa y las interpreten bailarines checos tiene un particular significado. "Haber estudiado y hecho carrera en el exterior y volver al propio país para mostrar lo que se hizo es francamente especial. Por ello, he fundado en Praga una videoteca de la danza. Antes, cuando el telón de acero, habría sido imposible hacer nada así. Y a los que llevan la videoteca no les he impuesto nada. Es mi idea, hacerlo todo en libertad". ¿Y cómo ve hoy, 40 años después, Praga? "Praga es melancolía. Siempre ha sido así. Durante el comunismo era tristísimo, había una atmósfera verdaderamente kafkiana. La Praga de hoy es como una vieja prostituta que se arregla y se adorna con los símbolos del capitalismo. No obstante, hay libertad. Pero allí todos, ancianos y jóvenes, corren detrás del dinero". Janácek, Kafka, Chapel, Chitilovà, Menzel, Buhomil Hrabal, Jan Némec... ¿Para ser un gran artista checo hay que ser un hombre triste? "¡Los checos son divertidos! Aunque yo no soy un buen ejemplo de ello. El humor negro checo está ahí, con ese retrogusto melancólico".